La economía argentina vuelve a mostrar un patrón conocido pero cada vez más marcado: un crecimiento desigual que beneficia a algunos sectores mientras deja a otros hundidos en la recesión. El fenómeno, descripto como “economía en dos velocidades”, expone una estructura productiva donde conviven áreas dinámicas —que avanzan a tasas de dos dígitos— con otras que continúan en retroceso profundo.
Según el análisis reciente, los sectores ganadores crecieron alrededor del 11%, impulsados principalmente por actividades vinculadas al conocimiento, ciertos segmentos del agro, energía, minería y el comercio exterior competitivo. Estas áreas concentraron inversiones, aumentaron productividad y lograron conectarse mejor con mercados globales, incluso en un contexto macroeconómico frágil.
Del otro lado, los sectores rezagados experimentaron caídas cercanas al 9%. Entre ellos se encuentran industrias tradicionales golpeadas por la baja demanda interna, pymes manufactureras que no logran financiarse, comercios que sufren caída del consumo y servicios intensivos en mano de obra que todavía no recuperan niveles precrisis. La distancia entre ambos grupos se ensancha y plantea un desafío estructural para la política económica.
El contraste es tan marcado que los especialistas hablan de “dos Argentinas”: una que corre a ritmo internacional, con productividad creciente, exportaciones en ascenso y salarios relativamente altos, y otra que sigue atrapada en recesiones cíclicas, informalidad y fragilidad financiera. Esta brecha se traduce en desigualdad territorial: provincias vinculadas a la energía y el agro muestran mejores indicadores, mientras que los centros urbanos dependientes del consumo interno siguen resentidos.
La brecha también impacta en el empleo. Mientras los sectores dinámicos demandan perfiles calificados y generan puestos bien remunerados, los sectores rezagados ajustan horas, informalizan tareas o directamente reducen personal. La recuperación, por lo tanto, es muy distinta según el rubro y la región.
Para los economistas, esta dinámica plantea dos dilemas urgentes: cómo sostener el crecimiento de los sectores ganadores sin que se desconecten de la economía local y cómo rescatar a los sectores atrasados sin frenar el impulso de los más competitivos. El desafío de fondo es lograr que el crecimiento deje de ser tan fragmentado y empiece a empujar de manera más homogénea al conjunto de la economía.








