A contramano de las señales políticas y diplomáticas que llegan desde Washington, China continúa expandiendo su presencia económica en Argentina con inversiones estratégicas, financiamiento y una red de acuerdos que consolidan su rol como uno de los socios más influyentes del país. El fenómeno, lejos de desacelerarse, se profundiza incluso en áreas que Estados Unidos observa con especial atención, lo que vuelve a colocar a Argentina en el centro de la disputa por la influencia en América Latina.
Según fuentes del sector energético y financiero, el gigante asiático mantiene firmes sus compromisos con proyectos clave: represas en Santa Cruz, obras ferroviarias, inversiones asociadas a Vaca Muerta, ampliación de parques solares y participación en iniciativas vinculadas al litio. A esto se suma la persistente cooperación financiera, que incluye el uso del swap de monedas entre ambos bancos centrales, una herramienta que el Gobierno argentino sigue utilizando como sostén para sus reservas internacionales.
El avance de China es particularmente notorio en sectores considerados “sensibles” por la administración estadounidense. Uno de ellos es la infraestructura estratégica: China ya participa en obras de transporte, logística y energía, áreas que inciden directamente en la capacidad productiva del país. Otro eje es el litio, donde empresas chinas están presentes en varias provincias del norte argentino, compitiendo con capitales estadounidenses y europeos por el control de la cadena de suministro.
Este escenario obliga al Gobierno argentino a moverse con equilibrio. La Casa Rosada busca mantener un vínculo pragmático con Estados Unidos —principal acreedor institucional a través del FMI y socio central en materia de seguridad y cooperación política— pero, al mismo tiempo, no puede prescindir del financiamiento chino, especialmente en un contexto de restricciones fiscales y dificultades para acceder al crédito internacional.
En despachos oficiales reconocen que la tensión geopolítica deja al país en una posición delicada, pero también abre oportunidades: Argentina es hoy un terreno donde ambas potencias buscan influir. Aun así, la balanza económica se inclina hacia Beijing, que combina inversiones de largo plazo con herramientas de financiamiento flexibles que Washington no puede igualar en el corto plazo.
El avance chino, por lo tanto, no solo responde a su estrategia regional, sino también a las necesidades locales. En un contexto de crisis económica, falta de divisas y urgencia por obras de infraestructura, el capital chino aparece como un actor determinante que continúa consolidando su lugar en la economía argentina, más allá de las advertencias —o deseos— de Washington.








