El tipo de cambio en Argentina atravesó un año marcado por la volatilidad y la incertidumbre, reflejando las tensiones políticas y económicas del país. Según datos del Banco Central (BCRA), el dólar oficial mayorista pasó de $860 en septiembre de 2024 a $1.590 en septiembre de 2025, lo que implica una devaluación acumulada del 85% en 12 meses. Este incremento se dio en un contexto de inflación persistente, caída de reservas y cambios en la política monetaria tras la asunción del nuevo gobierno. En el mercado paralelo, la brecha cambiaria superó el 70% en varios momentos del año, generando distorsiones en precios y dificultades para importar insumos clave para la producción.
El comienzo de 2025 estuvo signado por la decisión del gobierno de avanzar en una unificación gradual de los tipos de cambio, eliminando algunos de los múltiples esquemas existentes en 2024. Esta medida buscaba simplificar el sistema y reducir las oportunidades de especulación, pero tuvo un efecto inicial de presión alcista sobre el dólar oficial. En enero, la cotización mayorista subió un 25% en una sola semana, lo que generó preocupación en los mercados y obligó al BCRA a vender más de 1.000 millones de dólares en reservas para contener la escalada.
Uno de los factores determinantes en la evolución del tipo de cambio fue la inflación, que se mantuvo por encima del 6% mensual durante gran parte del año. A medida que los precios internos subían, la competitividad del peso se deterioraba y aumentaba la demanda de dólares como refugio de valor. Según el INDEC, el poder adquisitivo del salario medido en dólares cayó un 18% interanual, impactando en el consumo y en la actividad económica. Este fenómeno también afectó a sectores exportadores, que enfrentaron costos internos crecientes y márgenes de ganancia más estrechos.
En el mercado informal, el dólar blue alcanzó niveles históricos, superando los $2.700 en julio de 2025, impulsado por la incertidumbre política y la falta de confianza en el peso. Si bien el gobierno endureció los controles y reforzó la fiscalización para evitar maniobras especulativas, la brecha cambiaria se mantuvo elevada. Esta diferencia de precios incentivó operaciones en negro y la subfacturación de exportaciones, prácticas que complican la recaudación y la entrada de divisas al país.
Las reservas internacionales fueron otro punto crítico. A lo largo de 2025, el BCRA perdió cerca de 6.500 millones de dólares, principalmente por intervenciones en el mercado y pagos de deuda. Sin embargo, hacia agosto se observó una leve recuperación gracias a un aumento en las exportaciones de granos tras una cosecha récord y a desembolsos de organismos internacionales. Aun así, los analistas advierten que el nivel de reservas netas sigue siendo negativo, lo que limita el margen de maniobra de la política cambiaria.
El comportamiento del dólar también estuvo influenciado por factores externos. La suba de tasas de interés en Estados Unidos fortaleció al dólar a nivel global y generó una salida de capitales de mercados emergentes, incluyendo Argentina. A esto se sumó la caída en los precios internacionales de la soja y el maíz, principales productos de exportación del país, lo que redujo el ingreso de divisas en el primer semestre. Estos elementos reforzaron la presión sobre el mercado cambiario interno y complicaron la estrategia oficial de estabilización.
Mirando hacia adelante, economistas consultados por distintos medios coinciden en que el desafío central para el gobierno será recuperar la confianza en el peso y estabilizar el sistema financiero. Para ello, será clave reducir la inflación, fortalecer las reservas y definir un régimen cambiario claro y previsible. Sin estas condiciones, la volatilidad cambiaria podría prolongarse, afectando la inversión y profundizando la recesión. El tipo de cambio seguirá siendo, como en los últimos años, el termómetro más sensible de la economía argentina.







